De nombres y de colibríes
Los colibríes habitan solamente en América —al que aún llaman algunos “nuevo mundo”—, desde Alaska hasta Tierra del Fuego. De las 350 especies conocidas, en Colombia habitan 162, siendo el país con más especies del Continente. Y han recibido nombres tan sugestivos y especiales que bien merecen estas líneas.
Por Vicky Vergara de Meissner, perteneciente a la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO), exclusivo para la revista Fairway
En un sentido muy especial, las palabras nombran las cosas y las cosas empiezan a existir cuando se les da un nombre. El hombre puede nombrar cuanto conoce y denominar formas y características específicas, no solo generales, y de allí los nombres de detalle: Cabeza de rubí, Pico de tuna arco iris, Zumbador pechiblanco, Barbudito paramuno, Silfo violeta… son algunos de los bellos y muy dicientes nombres “comunes” de varios tipos de colibrí, que incluso permitirían a quien las oye identificar a la especie cuando vea un ejemplar.
El nombre científico (nomenclatura binomial) del Barbudito paramuno, colibrí que tan solo habita en la cordillera oriental de los Andes colombianos, es Oxypogon guerinii. Oxypogon significa “con la barba puntiaguda”, y guerinii refiere al científico francés de apellido Ghérin en cuyo honor se nombró. Se trata de un colibrí verde oliva que no es difícil ver a pocos kilómetros de Bogotá, en el Parque Natural Chingaza o cercanías, forrajeando las flores infestadas de insectos de los frailejones (Espeletia) que moldean el paisaje de los páramos, o perchado en sus hojas aterciopeladas, en una exitosa estrategia de conservación de la temperatura, más bien baja en su ahorro de energía. Su “barba” es blanca con estría verde iridiscente. El cortísimo pico despista al que asocia colibríes con picos largos. Su pequeñísimo pico es perfecto para buscar pequeños insectos en los cojines húmedos de los musgos, o briofitas, que tapizan los suelos. Este pico también es proporcional al tamaño de las flores de las tierras altas (3400 – 4500 msnm), en las que acopia calorías y de cuya polinización se encarga.
El pico del barbudito contrasta con el colibrí pico de sable, que habita en tierras levemente más bajas en las tres cordilleras de Colombia. Su nombre científico —Ensifera ensifera— quiere decir “el que carga una espada”. El nombre sugiere más un guerrero antiguo que una pequeña ave, y describe su principal característica, un pico que mide hasta 119 mm en los machos (casi tan largo como el resto de su cuerpo), y que lleva con gracia y habilidad mientras vuela dirigiendo la punta ligeramente hacia arriba. Liba el sabroso néctar de sus flores preferidas Passiflora, Fuschia y Datura.
Algo más de los picos. Con el viento, los insectos, los murciélagos y los colibríes son los encargados de la polinización natural, formando una simbiosis realmente especial, de atracción por parte del individuo inmóvil: la planta. La polinización se da con perfección gracias al maravilloso acoplamiento de formas: las de las flores y las de los picos y las lenguas. Las Heliconias tienen pequeñas declinaciones en los que se ajustan los ermitaños, colibríes de picos muy curvos. En las diversas “maromas” exigidas al ave para nutrirse del néctar, el polen se adhiere a diferentes partes de su anatomía según la planta: en la corona, en las mejillas, en la quijada, y así variadamente, de manera que cuando visiten las flores receptoras se asegura la adhesión del polen en la flor diseñada para la recepción.
Los nombres de los colibríes se refieren a menudo a gemas y a metales. La iridiscencia en los colibríes es una compleja característica que hace que los colores aparezcan según el ángulo de incidencia de la luz, como en las pompas de jabón. Por momentos asoman azules, morados y verdes, rojos o naranjas, paseando toda la gama del arco iris; colores metálicos, cobrizos y dorados. Los ermitaños son los únicos colibríes que deben su color verde, rojizo, castaño o gris a la pigmentación de sus plumas.
El Cabeza de rubí puede parecer negro en condiciones pobres de luz. En cambio, cuando la luz hace su magia, no solo su cabeza asemeja un rubí: el cuello vibra con un amarillo cadmio, profundo y fosforescente. Su nombre científico es Chrysolampus mosquitus. La primera palabra traduce “oro que brilla” la segunda, “mosquitus”, se refiere a su vuelo zumbante, como el de los mosquitos.
Las colas de los colibríes también tienen tantas variaciones como la imaginación que usa la naturaleza en cada ser que la compone. Cola de raqueta, Cometa colinegro, Cometa coliverde o Heliodoxa tijereta indican algo de la diversidad de la configuración de sus colas. Con sus colas también producen sonidos al golpear sus plumas, además de los dulces y suaves cantos.
Las palabras que componen los nombres de los colibríes reconocen su vida y todo lo que les pertenece: narran y cuentan. Crean diferencias y dan significados. Nos enriquecen la imaginación llenándola de admiración y respeto. Por eso la próxima vez que veamos un ave, una mariposa, cualquier ser vivo, busquemos la palabra que lo nombra y que lo reconoce para que viva, para que exista y no sea una mancha indiferente en el paisaje. Volver a acercarnos a la naturaleza es volver a nosotros mismos y reconocer nuestros orígenes como pastores y no como dueños del planeta.
Vicky Vergara de Meissner diciembre de 2016
Fotografías: Pedro Camargo M: Barbudito paramuno; Rodrigo Gaviria O.: Cometa colivioleta, Cometa verdiazul, Pico de tuna arcoíris Zumbador pechiblanco, Cabeza de rubí, Pico de lanza y Cola de raqueta; Ricardo Meissner: Ermitaño carinegro, Colibrí chillón
Bibliografía: - Instituto Alexander Von Humboldt-SIB Colombia, Disponible en: www.sibcolombia.net/biodiversidad-en-cifras/ ; - Birds of tropical America-Steven Hilty- Medellin Octubre 2011. Pag.193; – Guía de las aves de Colombia- Steven Hilty William Brown; -Diccionario de los nombres de las aves de Colombia- SAO, Sociedad Antioqueña de Ornitologia 2011.
Corrector de estilo: Alejandro Bayer alebayert@gmail.com