Firestone: aquella bola que pegó en las hojas de un árbol…
Rory McIlroy ganó el Open Championship en Royal Liverpool en 2014 y acto seguido se impuso también en el WGC Bridgestone y el PGA Championship. Por un momento, unas semanas, pensamos todos que el aura de Woods había encontrado al fin acomodo sobre otro alma y otro cuerpo.
En Hoylake salvó el domingo un grandioso bogey en el hoyo 13, par 3, tras enviar su golpe de salida a unos arbustos, o al menos eso parecía, pues la bola se había quedado horrorosa, pero más o menos jugable. Después, en el 17, salvó un par delicadísimo, tras fallar la salida y el segundo tiro, cuando aquello olía a bogey más que a otra cosa.
Pero si de verdad queremos hablar de inercias positivas, ciclos o dinámicas arrolladoras hay que irse al hoyo 1 del South course del Firestone Country Club, cuando estaba en juego el WGC Bridgestone de aquel mismo año 2014, y más concretamente al arranque del partido estelar del domingo en el que marchaban Sergio García y Rory McIlroy, de nuevo los dos protagonistas de la ronda final en Royal Liverpool.
El español, que había igualado el récord del campo (61 golpes) en la segunda jornada, partía en la ronda decisiva como líder en solitario y destacado, con tres golpes de ventaja sobre el norirlandés. Sus golpes de salida: Sergio a la calle y McIlroy muy a la izquierda, en serios problemas. El de Borriol terminaría firmando allí el par… Rory, desde debajo de los árboles, pegaba un tiro bajo que impactó primero y de lleno en las hojas de uno de ellos, de tal modo que la bola salió a su aire, atontada y tan campante, y trotando remontaba la entrada del green e iba a posarse a unos centímetros de la bandera, que para colmo estaba corta. Birdie dado.
Después pasó lo que tenía que pasar: McIlroy, acto seguido y saludando desde la cresta de la ola, encadenaba a aquella increíble carambola dos birdies más en los hoyos 2 y 3. Diferencia enjugada. Desde entonces, cuando se habla de ‘momentos’ o de inercias tan inexplicables como avasalladoras, siempre me acuerdo de aquella bola impactando (más que rozando) en las hojas de un árbol de Akron, Ohio.
Este tipo de situaciones hay que agarrarlas con determinación y reflejos. La inercia que traen Sergio, Rafa y Rahm nada tiene que ver con aquel huracán que fue Rory en el verano de 2014, pero desde luego es positiva y todavía burbujeante. Nunca, de ninguna de las maneras, tres jugadores españoles, tres, se habían plantado en la previa de un campeonato del mundo, y mucho menos en este, dentro de todas las quinielas ganadoras. Y algo nos sigue diciendo que el año 2017 todavía le tiene reservadas espléndidas noticias al golf español.
Fuente: Ten Golf