Golf is hard… ¿O ya no tanto?
Si algo sabemos todos los aficionados, expertos, amateurs y demás amantes del golf, es que es un deporte que tiene entre sus principales características la dificultad. Esto emplea muchas cosas: el control de la mente, la técnica, el clima, tipo de pasto, humedad en el aire y la tecnología de las herramientas a usar (palos, guantes, pelotas, zapatos, etcétera).
La tecnología en esta preciosa disciplina, ha permitido que el golf sea un deporte más alcanzable para las personas. Los bastones cada vez son más ligeros, tienen mejor diseño aerodinámico, las pelotas vuelan cada vez con mayor distancia y su “amarre” en diversos greenes es impresionante. Pero, ¿realmente esto ha sido positivo para el deporte a nivel profesional? ¿O lo ha modificado totalmente hasta hacer del golf una práctica donde hoy en día funciona más la distancia que la precisión?
Y es que los récords que presenciamos actualmente están fuera de la realidad: 63 golpes en tres de seis rondas en majors consecutivos, totales en eventos “grandes” que llegan a -20 (Henrik Stenson en The Open) y hasta un -30 en el Web.com Tour, con tarjeta de 58 incluida (Stephan Jaeger, en la foto). A este paso, una gran vuelta de 61 o 62 tiros será una mera anécdota en las giras importantes.
Y aquí el cuestionamiento nace por la interesante observación del golfista brasileño Alexandre Rocha, quien hace un par de días en su cuenta deTwitter escribió algunos comentarios en forma de reproche respecto a la situación de la tecnología de las pelotas y palos de golf.
“Algo hay que hacer con las impresionantes distancias que se alcanzan estos días. Ahora el golf es un deporte de distancia, y no de precisión”, señala Rocha en su comentario, el cual cierra con un eslogan parecido al de Donald Trump: #makegolfgreatagain (“hagamos del golf algo grandioso de nuevo”).
Me imagino que el motor de su enojo tiene relación con alguna comparación entre su distancia y la de alguno de sus colegas, lo que no hace menos válido su cuestionamiento. Creo que es evidente que este acceso a la tecnología y el desarrollo de nuevas y mejores herramientas para el golf ha provocado lo que señala Rocha. Aunque desde siempre, más del 70 por ciento del golf se juega en el juego corto y, de hecho, es ahí donde se ganan los torneos.
Todo esto también es resultado del entrenamiento físico que hoy en día los profesionales del golf tienen. Las rutinas de gimnasio estrictas, el desarrollo muscular y la alimentación también son ingredientes que provocan que algunas de las canchas que antes eran largas, hoy se vuelvan obsoletas.
Sin embargo, así como creo que Rocha tiene razón en sus comentarios, también me doy cuenta que hay maneras en que una cancha se puede defender contra los grandes pegadores. Claro, pueden tener la distancia que quieran, pero si no son golpeadores con extraordinaria precisión y dirección, lo pagarán igual (ejemplo: Harbour Town Golf Links).
En conclusión, la industria de los palos y de las pelotas no se detendrá (bueno, excepto Nike). Así que, a mi parecer, la solución es que los campos y los propios jugadores que no peguen tan largo encuentren maneras de defenderse. Los primeros deben hacerlo sin permitir scorestan bajos a profesionales y sin necesidad de llegar a las 8.000 yardas. Y los segundos con ingenio y manejo de los efectos y espacios.
Como dicen por ahí, Golf is Hard. No debería serlo para los amateurs, pero sí creo que debe ser un poco más difícil para los profesionales, en especial en eventos grandes.
Por Nina María Iniestra de la Riva
Fuente: Golf Channel Latinoamérica