Las Demoras en el Golf
Uno de los temas de actualidad en el mundo del golf es el ritmo de juego, dada la merma diaria del tiempo disponible para jugar el golf
Por Nelson Barreto Herrera
Este atractivo y “vicioso” deporte se ejecuta a través de un necesario mantenimiento ritmo de juego durante su práctica. Incluso, hay dentro de su reglamento una cláusula de llamada de atención al jugador que sobrepasa el tiempo ejecución de los golpes. Por ello incomoda tener que descomponer la cadencia del juego innecesariamente a costa de algunos otros jugadores que ocasionan demora a quienes les siguen detrás. Es inconcebible, al igual de inadmisible desde todo punto de vista, el tener que desconcentrarse del juego en algún o varios momentos por irresponsabilidad de otros que ocasionan demasiada lentitud en las ejecuciones de sus golpes. Se olvidan de ese tiempo prudencial y, sin embargo, persisten en dar lugar a largas pausas personales nacidas de su libre albedrío, como cuales dueños autoritarios del campo, desmembrándose así del respeto y consideración que merecen tanto sus propios acompañantes como quienes les siguen detrás.
Dan la impresión de que se complacen en dar rienda suelta a un capricho personal, gozando con la idea fija de provocar molestias. De allí que este tema vaya expresamente dirigido a quienes, con carácter rotundo, de alguna manera son causantes de una semejante dilación. A esos que fomentan con tal incorrecta actuación un efecto dominó de molestia en el campo, haciéndose proclives a una vociferación automática en su contra de una hiriente prosa contentiva de un alto grado de calificativos pesados en su contra. Es decir, metafóricamente se anotan en una rifa de calificativos ofensivos y, al parecer, tomaron todos los números. Lo que mayormente llama más la atención e incrementa el desánimo es que son jugadores cultivados en la práctica de este dichoso juego, independientemente de su grado cultural. Tienen conocimiento pleno acerca de la norma de cortesía que dicta que el paso se ofrece, no hay que esperar que se pida; y, además, tienen conocimiento de los retardos que suscitan con su persistente negligencia.
Su comportamiento es indignante, inconsecuente y discordante y, por ende, deben enmendarse afanándose en demostrar asimilación de las reglas de la etiqueta de este “juego de caballeros”. O corren o se encaraman, pero no pueden permanecer estancados irradiando fastidios e incomodidades. ¡Ah! son también los primeros en profesar sus estentóreas y aireadas protestas cuando ven detenido su juego debido a las demoras que les ocasionan los demás, olvidando así fácilmente el refrán de “no hagas lo que no quieras que te hagan”. Son los mismos que, cuando están jugando mal, se convierten en incordiales y altaneros en el trato hacia los demás, incluyendo a los caddies. Algunos se convierten tan irritables que olvidan estar jugando en grupo y se alejan en soledad. Tales golfistas (de golfo) maleducados y descorteces son acarreadores de un mar de violaciones a las más elementales reglas de etiqueta imperantes en la práctica del golf. Pero, como la excepción hace a la regla, nunca falta un diablo en misa. Siempre nos toparemos con gente así. Simplemente evitémoslas para no incomodarnos e identifiquémoslos para avergonzarlos.