Discúlpame, Camarón

Discúlpame, Camarón

Escribo esto avergonzado, deshecho y, para ser sincero, deprimido. No te vi ganar porque me tocó trabajar el domingo, pero al enterarme de tu triunfo, definí escribir (o intentar al menos) este texto para sacar de alguna manera esto que llevo dentro y pedirte perdón, Camarón. Lo hago humilde y sinceramente.

No recuerdo ya que año corría (llevo 22 trabajando acá), pero al verte levantar ese trofeo el fin de semana y derramar un par de lagrimas de la emoción, me estrujó la idea de que te tuve enfrente y no logré entenderte. Recordé lo que hábilmente en esa corta entrevista me enfatizaste. “Vengo con un sueño, vengo a triunfar, soy un mexicano orgulloso de mi tierra y necesito jugar acá”.

Uno crece con prejuicios. Las cosas entre nosotros nunca han sido fáciles, así que lo natural era que me apegara a lo que el libro decía. Y eso era un “no” a tus sueños.

Y en ese momento volviste a tu tierra y “me brincaste” para jugar el Canadian Tour, y triunfaste en tierras letradas. Lo hiciste porque desde pequeño te lo propusiste, lo hiciste por tu padre, por Don Alfonso que se cruzó en tu camino para tenderte la ayuda económica necesaria, lo hiciste por todo Irapuato. Por los tuyos. Lo hiciste para demostrar que los que dudaban de ti estaban terriblemente equivocados. ¿Cuántas mujeres, niños, jóvenes, se les trunca un sueño por la falta de oportunidades? Yo estuve a punto de ser el verdugo de un ser extraordinario, pero tu tesón y Dios tenían el plan perfecto.

Ahora entiendo que además de talentoso, eres un mexicano fascinante como muchos, como la mayoría. Entiendo también algo increíble: en un deporte históricamente de “blancos acomodados”, son los menos favorecidos los que casi nos han dado las más grandes satisfacciones. Lo digo yo, aunque soy ciudadano americano, porque acá existieron los Trevino, los Woods y el racismo como algo intrínseco en este deporte. La segregación como rutina, las puertas cerradas.

Eso todavía existe, aunque hemos mejorado algo (dentro del campo de golf). En tu patria es evidente que la distancia entre los que juegan este bello deporte y los que no, es aún más amplia. La brecha se respira en cada rincón de tu México. Y tu llegaste desde abajo, con hambre, garra, sueños, disciplina, orgullo, con un silencioso proyecto de esfuerzo al máximo sin que nadie lo supiera, hasta convertirte en uno de los que llamo yo “héroes anónimos”. No hay mejor ejemplo que el tuyo.

Gestaste el sueño cuando a los 11 años tomaste por primera vez un palo de golf. Y no paraste nunca más. Y como caddie aprendiste a entender el swing, copiando a los más habilidosos. Desarrollaste la mentalidad para olvidar rápidamente los bogeys, buscando birdies en el siguiente hoyo con un putt letal. Y siendo caddie conociste a tus más grandes amigos. Siéndolo, te quedó claro lo que significa aconsejar, callar, escuchar… una experiencia que sin duda te plantó para siempre los pies sobre la tierra.

Y que nadie se cuelgue de este éxito, Camarón. No lo hiciste solo, pero sí fueron tus agallas (y tus putts) los que te tienen donde estás ahora, y en espera de la mejor etapa de tu carrera. Fuiste tú el que, ante mi negativa, buscaste la segunda mejor opción, y lo lograste. Fuiste tú quien, ante la muerte de tu padre, te propusiste honrarlo haciendo lo que amas. Fuiste tú quien, ante el golpe de perder a tu sponsor, no claudicaste, recuperaste tu juego, buscaste ayuda y ganaste de nuevo en el Tour de México. Después fuiste por el PGA TOUR Latinoamérica quedando primero en la Orden de Mérito. Impresionante.

Perdóname, Camarón. Porque retrasé un poco el triunfo en suelo americano que te acercaría ineludiblemente a tu sueño de niño, el PGA Tour. Ahora siento que fui parte del muro y no del puente que debemos construir entre sociedades. Pero la vida me dio una lección. La negativa hacia ti se esfumo hace meses y cuando se te dio la oportunidad, no la desaprovechaste. Y en el Victoria National Golf Club, menos. Esta Victoria será Nacional, será para todos. ¿Pensaste eso, no? Te imagino sonriéndole al destino, mirando al cielo.

En aquella ocasión no te escuché, solo hacia mi trabajo, pero ahora comprendo que de ambos lados de la frontera hay sueños, y que debemos ser cómplices mutuos para lograrlos. Este tipo de historia merecen ser contadas, escritas, desarrolladas. Realmente Inspiran.

Seguro estaré aún más arrepentido cuando te vea ganar en el PGA Tour. Seguro pagaré ese precio. Pronto.

Un agente,

Homeland Security Department – USA.

 

Fuente: Fernando Garza Golf Channel Latinoamérica

 
 
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