Imperdible
A través del tiempo uno va perdiendo cosas. Sentimientos. Momentos. En el peor de los casos, una hasta puede perder los recuerdos que tiene.
Lamento informar que de eso también se trata la vida. Quizás es un ejercicio necesario, suficiente y requerido para valorar lo que tuvimos, lo que perdura, lo verdaderamente importante.
¿Cómo valorar un buen vino, con un buen amigo, acompañando una extraordinaria conversación? Me parece que la manera es careciendo de ella, del amigo, del vino, resultando en una nostalgia difícil de medir sin alguna vez haberlo experimentado.
¿De qué manera dimensionar lo relevante de un abrazo de la abuela? Es común que lo hagamos hasta que ella se va. La trascendencia de una remontada en los hoyos finales del campeonato de tu vida. Un birdie en el hoyo 72 para ganar la copa en playoff.
En el alto rendimiento es inevitable aludir a estos recuerdos cuando en una práctica o competición debemos aferrarnos de algo más que el talento. El ser humano se mueve sobre todo por sentimientos, y éstos, gustando de desaparecer de pronto en momentos importantes, son regresados a nuestra realidad por medio de historias que vivimos -o que nos contaron- y en las cuales creemos. Déjame explicarte.
Corría 2014 y yo buscaba historias para contar. Fue así como contacté a un jugador que, para mi fortuna y para la de muchos, nació en el Estado con mayor “sabor” de México: Veracruz. Yo me iniciaba con una inmensa ilusión en este accidente afortunado, como le llamo yo, al periodismo deportivo. Mi verdadera pasión.
El, un chico de 17 años que había roto con todos los pronósticos meses atrás, ganando, como amateur y por primera vez en la historia de nuestro país, una etapa del Tour profesional mexicano. Perdió el miedo a competir con monstruos profesionales de nuestro deporte, se plantó en Puebla y a puro birdie sacó dos de ventaja para alzar el trofeo que le sembraría una historia de triunfo bien profundo en su cerebro. Jamás lo olvidará. No lo ha hecho, me consta.
Oriundo de Córdoba, entendió por los Tratados que para ser libre se necesita arriesgar. El amor a México lo obtuvo gracias en parte a la catedral que adorna el pueblo, testigo de grandes batallas. Desde pequeño prometió no perder nunca la capacidad de reconocer un buen café. Como el de Córdoba, pues (para muchos el mejor de México).
Llegó a la capital de Nuevo León a pedido expreso mío. Una entrevista. Una oportunidad de contar su historia, su futuro, sus motivaciones, su futuro, quizás. Lo recogí en un supermercado y nos dirigimos a su territorio, un campo de golf.
Percibí un chico autentico, honesto, alegre, enamorado de la vida. A la expectativa de iniciar su, hasta hoy, más grande aventura: Jacksonville University. Comenzaría en meses y en su voz se escuchaba una profunda decisión de asistir, aprender, crecer, representar y en especial ir en busca del gran sueño: ser un jugador de élite.
La entrevista fue corta, entretenida, fluida. Un chico con ese talento y ese sabor veracruzano le hace el trabajo sencillo a cualquier periodista. Empático, carismático, positivo, así se m ostró Raúl aquel sábado en donde me daría cuenta lo orgulloso que estaba no simplemente por ganar, si no de ganar por México.
Y así llegó el Latin American Amateur Championship, donde ha sido protagonista siempre que lo ha jugado. Y así llegaron las medallas en la Olimpiada Nacional, ganando para Veracruz de manera contundente. Y luego vino la Universiada Mundial el año pasado, evento donde se llevó un oro histórico. Sin perder la cabeza o el piso, se ha dado cuenta que el golf es un columpio brutal en el cual en pocas ocasiones se está arriba, pero muy a menudo uno se encuentra abajo. Más vale mantener la humildad.
Y en el inter, dejar huella en su universidad. Un primer año de adaptación vino seguido de extraordinarios logros en sus subsecuentes años. Récord de promedio de scores en la universidad. El equipo al hombro, armador de grupo.
A veces vamos perdiendo cosas. Como es su caso, que ha perdido el miedo a ganar un torneo de profesionales, siendo amateur. O el miedo a gritar (jugando) que México está para ganarle a cualquiera.
Se viene el Mundial Amateur y se vienen torneos para este jugador que estará entre nosotros para rato. En estos tiempos en donde tantos golfistas se extrañan al ser invitados a participar para representar a su país, debemos reconocer a chicos que no se oponen a la preparación, concentración o competencia.
Esta semana se encuentra compitiendo en Barranquilla, en los Juegos Centroamericanos, con la simple motivación de ver ondear la bandera y poner el nombre de México en lo más alto. Algunos evitaron ir, pero él está peleando el título luego del inicio de dicho campeonato.
Aquel chico de 17 años con sabor (pero tímido) se ha convertido en una de las grandes promesas de nuestro país. No solo por su golf, sino que también por su accionar fuera del campo. Ciudadanos orgullosos de su ciudad, de su patria, de sus raíces.
Si vamos a perder cosas, que no sea el orgullo por nuestros colores. Por esto y por su manera de jugar, el futuro de Raúl Pereda de la Huerta es…
Imperdible.
Fuente: Fernando Garza – Golf Channel Latinoamérica