Lange relata su experiencia como positivo por coronavirus
El sudafricano Victor Lange llegó a los Estados Unidos para jugar al golf para Luisiana Tech en Ruston, Luisiana, en donde su exitosa carrera universitaria de cuatro años tuvo como punto alto su título como Jugador del Año de la Conferencia USA. El originario de Johannesburgo se graduó en 2015 y se hizo profesional, uniéndose al PGA TOUR Latinoamérica en 2018. Lange acababa de iniciar la temporada 2020 cuando la pandemia del coronavirus causó la suspensión que aún persiste. Tras jugar el Estrella del Mar Open en Mazatlán, México, primer evento de año, Lange regresó a Sudáfrica, en donde dio positivo en una prueba para el COVID-19. El siguiente es su testimonio desde Durban, Sudáfrica, en donde se mantiene en cuarentena.
Por Victor Lange
Se suponía que la semana pasada yo iba a estar en Argentina jugando el Buenos Aires Championship del PGA TOUR Latinoamérica. La verdad tenía muchas ganas de jugar ese evento, el mismo en el que hice mi debut en el Tour en 2018 y en el que empaté el quinto lugar el año pasado. He tenido buenos resultados en Argentina y estaba emocionado de jugar el Zurich Argentina Swing con tres torneos consecutivos en el país. Obviamente, los planes cambiaron cuando una pandemia global se apoderó del mundo y me gané esa dudosa distinción de ser el primer golfista profesional en el mundo contagiado con el coronavirus.
Lo raro de todo esto es que la temporada comenzó justo como lo había planeado. A principios de marzo jugué el Estrella del Mar Open en Mazatlán, México, sin presentar síntoma alguno. Para llegar a México tuve un viaje muy largo, volé 16 horas de Johannesburgo a Atlanta, luego de Atlanta a Ciudad de México y de ahí a Mazatlán. Esa semana hice 11-bajo par estaba en las dos primeras rondas para ponerme a solo dos golpes de la punta, pero hice 3-sobre par en la tercera y terminé el torneo empatado en el puesto 51.
Me sentí tan bien finalizado el torneo que el mismo domingo por la tarde jugué un partido de tenis con Matt Ryan, uno de mis colegas del Tour. Jugamos por horas aquel día e incluso antes había jugado a lanzar una pelota de fútbol americano con Brian Hughes, con quien jugué la ronda final temprano en el día. No había señales ni pensamientos relacionados con el coronavirus y a la mañana siguiente emprendí el viaje de regreso a Sudáfrica.
Tras llegar a Johannesburgo, tomé un vuelo a Durban y me fui a casa de mis padres. Al día siguiente, 10 de marzo, salí de vacaciones con un grupo de ocho amigos que incluía a mi novia, Gabriella. Nos fuimos a hacer ‘hiking’ por los montes Drakensberg, en donde pasamos un par de noches, posteriormente nos fuimos a una playa.
El sábado 14 de marzo Gabriella se lastimó el dedo gordo de un pie y se le desprendió la uña. Creímos que tenía el dedo fracturado, así que la llevamos a una sala de emergencias. Una vez en el hospital y en vista de lo que acontecía nos examinaron por el coronavirus y nos hicieron un montón de preguntas sobre posibles síntomas. A todo contestamos negativamente, pero cuando preguntaron su habíamos estado fuera del país en los últimos 21 días, tuve que responder afirmativamente. Por política del hospital tuve que ser sometido a una prueba por coronavirus.
Entendí la preocupación, pero me resultó frustrante porque la que estaba herida era Gabriella y de pronto yo era el paciente y le estaban dando prioridad a mi examen. Además resultaba más fastidioso porque no tenía ningún síntoma, me sentía saludable y solo quería que atendieran a mi novia. Me dijeron que los resultados estarían disponibles en uno o dos días.
Regresamos a la casa de mis padres en Durban y el 17 de marzo, mientras descansábamos en un sofá, recibí una llamada de un número desconocido. Era una médica que me indicaba que mi examen de coronavirus había dado positivo.
Aún sin síntoma alguno la noticia me tomó por sorpresa. “¿Está segura de que hicieron bien la prueba?” le pregunté incrédulo. La doctora me pidió que mantuviera la calma y que entendiera que había estado en contacto con Gabriella y con mis padres. Los cuatro deberíamos estar en cuarentena por 14 días.
Todo pasa por algo, así que si Gabriella no se hubiese lastimado el pie nunca nos habríamos enterado de mi positivo porque ninguno de los dos tuvo síntomas. Seguramente habríamos entrado en contacto con otros de nuestros familiares y los habríamos infectado.
Tras el diagnóstico, mi primera llamada fue a mi amigo Martin Rowher, jugador del Sunshine Tour con el que había ido a correr unos kilómetros el domingo. Luego le informamos a la gente con la que habíamos vacacionado y también notifiqué por email a Claudio Rivas del staff del PGA TOUR Latinoamérica. También hablé con Patrick Newcomb, mi compañero de cuarto en Mazatlán, Matt Ryan y Brian Hughes. Quería asegurarme de que todos los que tuvieron contacto cercano conmigo estuvieran enterados, así que el Tour me dijo que le enviaría un mensaje a todos los jugadores y a su personal. Fue algo que agradecí porque deseaba que todos supieran lo que estaba sucediendo.
Desde aquella llamada con la médica me he sentido bien. También me he preguntado cómo contraje el virus. No creo que haya sido en México, más bien creo que fue en algún aeropuerto en el camino a casa o posiblemente en un avión. Con una persona enferma, en un avión hay mucho chance de que todos se infecten, pero eso es especular. Hasta pude haberme contagiado en algún restaurante en Sudáfrica. ¡Vaya usted a saber!
Mientras tanto he tenido que buscar cómo estar ocupado durante este periodo de cuarentena. Los primeros dos días estuve en contacto con mucha gente a la que le hice saber lo sucedido. Luego mi historia fue noticia, así que recibí mensajes de mucha gente y hasta fui entrevistado por varios medios que se interesaron mucho aquí en Sudáfrica. Agradecí el interés y sentí que la prensa usó mi historia para enterar al público de que yo tenía el COVID-19, pero que me sentía bien. El mensaje en cada nota en la que participé fue que estaba haciendo todo lo que los profesionales de la salud me habían indicado, así que fue bueno darle un poco de tranquilidad a la gente.
Tras el agitado inicio, he entrado en una rutina. Todos los días hago ejercicio y también descanso mucho. Otro aspecto interesante de mi vida en este momento es que en casa de mis padres, Richard y Suzette, no tenemos wifi. Ellos son chapados a la antigua y nunca han tenido necesidad de contar con wifi. Siempre hemos tenido un buen servicio de televisión de paga, pero por ahora no tengo acceso a Netflix o a otras plataformas. Lo positivo es que ha sido lindo pasar tiempo en familia, aunque sea guardando las distancias, ya que aquí la norma de distanciamiento social es de metro y medio.
Nos volvimos a examinar el miércoles pasado. Gabriella y yo nos pusimos guantes y tapabocas para luego ir manejando hasta un sitio en el que te examinan sin que te bajes del auto. Te limpian la garganta o la nariz, toman tu muestra y te puede ir. Estuvo muy bien y esa fue la única salida de casa. La buena noticia es que ambos dimos negativo, así que de hecho Gabriella nunca dio positivo a pesar de nuestras sospechas de que tenía el coronavirus.
Los resultados negativos fueron obviamente bien recibidos y lo mejor de todo es que nos permiten estar más relajados en casa. En general, desde el momento en que supe que había dado positivo mi principal preocupación siempre fueron mis padres. Yo sabía que Gabriella y yo íbamos a estar bien, pero si hubiese infectado a mis padres con el COVID-19 me habría sentido fatal. Para mostrarles la clase de padres que son, cuando regresaba a Durban tras mi primer examen llamé a mi padre y le dije que me iba a buscar un Airbnb mientras esperaba los resultados y me dijo que de ninguna manera. ‘Hace mucho no estás en casa y te sientes bien, así que por favor ven con nosotros’. Así que todo bien.
Los últimos diez días me he dedicado a cortar el césped, haciendo los recortes en las orillas y todo eso. Me estoy volviendo muy bueno en esa tarea, justo como cuando era chico y vivía aquí.
Gabriella sigue quedándose con nosotros. Creo que técnicamente podría irse a su casa, pero sigue aquí porque durante nuestra propia cuarentena el país decretó un cierre general de 21 días. Eso quiere decir que me tocará estar encerrado por al menos cinco semanas. Por suerte aquí tenemos un patio amplio y si quiero puedo salir a ‘chipear’. También he estado haciendo algunos swings para recordar la sensación con el palo. He pensado en poner una red, pero es algo que no he hecho aún.
Pasar sentado en un sofá no me hace sentir nada bien. En diciembre y enero es cuando uno más trabaja para la temporada que sigue. Estaba listo para jugar y debimos parar justo tras la primera semana.
No sé cómo calificar estos tiempos que vivimos. Esta es de las peores etapas que el mundo entero ha enfrentado en décadas. Es algo sin precedentes para todos nosotros, pero debemos mantener la cabeza fría y hacer lo que los profesionales de la salud nos están pidiendo. Es nuestro deber seguir las normas, bajar los índices de infección y volver a tener una sociedad saludable para volver a hacer las cosas que tanto nos encanta hacer. En mi caso eso sería volver a jugar al golf.
Fuente: PGA TOUR Latinoamérica